Por: Angélica María Dussán Rubiano
Los discursos del momento
insisten en que la globalización es una realidad inevitable y que corresponde a
las dinámicas de la modernidad, que se desarrolló con fuerza con la caída del muro de Berlín luego que
Estados Unidos asumiera un poder hegemónico tras la caída del poder soviético.
Estados Unidos con su posición dominante propició una
internacionalización de la economía desde la implementación de políticas
neoliberales que a la fecha de hoy el resultado más claro es que este modelo ha
sido una gran generadora de riqueza pero con el desafortunado hecho de producir
una gran desigualdad social; esa riqueza está concentrada en pocas manos, en
pocas familias mientras el resto de la población mundial padece una serie de
crisis y de dificultades económicas.
En Colombia el proceso de apertura económica se dio en el periodo del
presidente César Gaviria Trujillo a través de una serie de reformas
constitucionales para acomodar el país a las dinámicas de una economía
globalizada; eso es lo que han hecho la mayoría de gobiernos de Colombia y del
mundo en distintos periodos, todas estas reformas se hacen con el propósito de
implementar medidas económicas que se pongan al servicio de los grandes
capitales.
El argumento era que nuestros productos iban a tener mercado en el mundo
y que nosotros íbamos a tener acceso de fácil y económica a los productos del
mundo; si bien en parte eso ha sido posible, el gran problema es que el país vivió
un deterioro de su industria nacional, muchos empleos se perdieron, las
principales empresas públicas y privadas colombianas se han ido vendiendo a
capital extranjero.
La globalización al servicio solo de la economía es el que ha permitido
que las corporaciones adquieran un gran poder, por encima de los Estados en la
mayoría de los casos, y sean esas corporaciones las que decidan el futuro del
mundo como lo hacen actualmente en el Foro Económico Mundial que se realiza en
Suiza. Hoy por hoy los gobiernos se han visto reducidos solo al cobro de
impuestos y a la seguridad, de resto todo se lo ha entregado al sector privado
y a las grandes corporaciones.
Toda esta dinámica globalizadora ha permitido el desarrollo de nuevas
tecnologías que si bien han cualificado el trabajo y la producción en serie de
mercancías de consumo, también han servido para deteriorar la mano de obra y la
calidad del salario, hay una fuerte tendencia hacia la robotización de los
procesos de producción desplazando así a grandes poblaciones hacia el desempleo
y hacia la pauperización de los salarios.
Se nos ha hecho creer que si no estamos dentro de la globalización los
países serán un fracaso, no serán viables y si optan por otro modelo se exponen
a ser incluidos en un eje del mal; esa ha sido la labor de Estados Unidos hacer
creer que la globalización es lo ideal, lo moderno, que todo el mundo debe
estar y quienes se vayan en línea contraria corren el riesgo de ser invadidos o
derrocados (Corea, Irán, Siria, Venezuela, entre otros).
En Colombia todas las reformas que se han dado desde 1991 han sido para
profundizar la internacionalización de la economía y desde ese momento podemos
presenciar cómo cada día la calidad de vida de las personas se deteriora a
pesar de tener la capacidad de tener cosas que no son necesarias en la mayoría
de los casos. La salud, la educación, la
cultura se pierden día a día porque se han entregado a manos privadas, a
capitales extranjeros; los colombianos cada día más endeudados y en la
incertidumbre.
En el Huila no hemos sido ajenos a las decisiones de la lógica
globalizadora; no tenemos industria y los recursos naturales han sido
entregados a multinacionales, nos hemos convertido en una sociedad consumista,
compradora de bienes y servicios cuyas ganancias quedan en pocas manos y no se
reinvierten en el departamento. Sacamos pecho con las achiras y la cholupa
mientras grandes multinacionales se quedan con el río magdalena, el petróleo y
otros recursos naturales.
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